A
través de P.
Juan Alvarado,
amigo nuestro y hermano aliado en la evangelización a través de la música,
pudimos disponer de las instalaciones del Seminario
de San José
de la Diócesis
de Cuernavaca.
Esta ciudad está a una hora del Distrito
Federal y por su clima y vegetación es un paraíso de descanso e
importante destino turístico nacional. El Seminario está a las afueras
de la ciudad y es un lugar muy
hermoso, amplio, sobrio, y con excelentes instalaciones
que usamos y disfrutamos al máximo.
Mons.
Rafael Chávez,
Rector del Seminario, y todos
los seminaristas
nos acogieron en su casa muy amable y generosamente. Margarita
Allende,
quien junto con el P. Juan trabaja haciendo eventos en favor del
Seminario, fue nuestro ángel de la guarda durante nuestra estancia en
dicho lugar.
Estamos muy agradecidos con toda esta gente tan
hermosa que la
Providencia puso en nuestro camino,
y que fueron pieza clave para lograr nuestra reunión. A través de estas
líneas expresamos nuestro agradecimiento al P.
Juan, a Mons. Rafael, a Margarita, a todos los seminaristas, y al equipo
de servicio del Seminario.
Dios pague su generosidad y muestra de fraternidad cristiana. Perdón por
las molestias causadas, y por los desvelos (esperamos no hayan sido
muchos) que nuestras noches bohemias hayan provocado.
De esta hermosa casa, usamos y disfrutamos (aparte
de las habitaciones) de cuatro lugares particularmente: La Capilla
del Santísimo,
la antesala
de la Biblioteca,
la Capilla
litúrgica
y el Comedor.
En la Capilla
del Santísimo
nos reunimos todos los días después de la comida a hacer oración. Sin
lugar a dudas, estos momentos fueron los principales
y más ricos
de la reunión ya que recargamos baterías espirituales y estrechamos
nuestros lazos fraternos. Hubo largos momentos de adoración
y alabanza,
de acción
de gracias,
de petición,
de consagración,
de intercesión
comunitaria y
de silencio
e intimidad con el Señor.
Cantamos, compartimos la Palabra, desahogamos ante el Señor y ante
nuestros hermanos nuestras penas, reímos, nos abrazamos... en fin, fueron
momentos de cielo que guardamos celosamente en nuestro corazón.
Solicitamos al Seminario un lugar donde celebrar
nuestras reuniones.
Pedimos
fuera el lugar menos utilizado para no interferir con la vida cotidiana
de los seminaristas.... Nos dieron la Biblioteca
(¡...!).
Bueno, ya después aclararon que la razón no era esa, sino la amplitud
del lugar. En la antesala cupimos todos y hasta nos sobró espacio. La
decoración del lugar fue por demás particular: un ataúd. Al principio
a todos nos extrañó, después lo integramos a nuestro ambiente de
trababjo... y no faltó quien jugara con él...
En la Capilla
litúrgica
celebramos diariamente la Eucaristía.
El martes
la celebró el Rector del Seminario y fue impresionante su homilía ya
que hizo un resumen
y reflexión sobre lo que estuvimos tratando en nuestra reunión de ese día.
Cabe aclarar que él no estuvo presente en ninguna de nuestras sesiones
de trabajo, razón de más para descubrir la voz
del Espíritu en labios de Mons. Rafael Chávez.
Al comedor
le dimos
también la función de sala
de recreo.
Las sobremesas
fueron
muy largas e interesantes, Kiki se la pasó en el piano tocando
y cantando
en compañía de otros bohemios. La mesa del centro sirvió para jugar
“Uno”
hasta altas horas de la noche. En fin, nos la pasamos de maravilla.
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